domingo, 13 de abril de 2008

Famosos en la mira...

PINAMAR. Cambiaso llegando en su Porsche con Batistuta al Polideportivo. Jugaron un partido de polo.

Los juzgados de Norberto Oyarbide (Federal) y Marcelo Aguinsky (Penal Económico) investigan la escandalosa trama diplomático-comercial que ingresaba automóviles lujosos ilegalmente al país. Algunos de los famosos que los adquirieron serían Juan Sebastián Verón, Adolfito Cambiaso, el Chaqueño Palavecino, Gustavo Mascardi, el hijo del banquero Jorge Brito y una serie de empresas donde podrían ocultarse otras identidades conocidas.

Entre 2004 y 2007 se realizaron 960 trámites para ingresar vehículos importados con franquicia diplomática, pero en el Palacio San Martín se “extraviaron” los registros de franquicias correspondientes al 2004, 2005 y 2006.

En la lista de ricos y famosos que no podrán manejar sus exclusivos vehículos, y que en algún momento deberán visitar los Tribunales, figuran: el mediocampista de club español Racing de Santander Aldo Duscher, dueño del Hummer dominio EOC649; el jugador Juan Sebastián Verón, titular del Hummer FTW628, y la Hummer patente FLT423 del empresario de fútbol Gustavo Mascardi también estará parada y a disposición de la Justicia.

El ex Puma Pedro Sporleder y el polista Adolfo Cambiaso son los otros dos deportistas con autos que ingresaron al país bajo el aceitado sistema de la diplomacia argentina. El primero es dueño de la camioneta Hummer patente FFB658, y el Porsche deportivo modelo Cayenne Turbo dominio FCV 648 es propiedad de la empresa del polista: La Dolfina SA.

Quien también se mueve en una Hummer es El Chaqueño Palvecino, el exitoso folclorista maneja su 4x4 patente FAN008 en las rutas de Salta. Jorge Pablo Brito, hijo del banquero kirchnerista Jorge Brito, también consiguió en oferta diplomática un Porsche deportivo modelo Cayenne Turbo (dominio FBD889).


miércoles, 2 de abril de 2008

Un negocio de US$ 90 millones


Detrás de la pulseada política que terminó con la drástica salida del Gobierno de Alberto Abad, ex titular de la AFIP, y de Ricardo Echegaray, ex jefe de la Aduana, existe un negocio de US$ 90 millones.

Ese era el monto que el Gobierno tiene previsto destinar para la compra de una nueva red de computadoras y comunicaciones, con el fin de reemplazar al viejo Sistema Informático María (SIM), que fue inaugurado el 16 de diciembre de 1993.

El reemplazo de ese equipamiento estaba contemplado en el Plan de Gestión de este año de la Aduana. Y contaba con el visto bueno de Abad, hasta que Echegaray lo primerió anunciando públicamente la intención oficial de llamar a una licitación internacional para adquirir un nuevo sistema de gestión aduanera. Esa fue la gota que rebalsó el vaso de una tensa relación de cuatro años.

El plan original para reformular la red informática de control aduanero contemplaba, en una primera etapa, el envío de comitivas a Japón, Nueva Zelanda e Irlanda para evaluar sus sistemas. Los fondos, no era un problema, ya estaban: provienen de una tasa aduanera de US$ 10 instaurada en 1999 para mantenimiento del SIM, que pagan los importadores y exportadores por cada operación realizada.Y mejoras se hicieron muchas, porque desde que se implementó, el María cosechó más críticas que aplausos. Importada desde Francia pero adaptado a las necesidades locales, la red fue cuestionada porque sólo estaba concebido para registrar las operaciones y no para controlar. Esto último implica, por ejemplo, cruzar datos del importador; origen, destino y tipo de mercadería y antecedentes del operador, todo con el fin de detectar fraudes.

Antes de los cruces entre Abad y Echegaray, la Aduana tenía previsto confeccionar los pliegos de la licitación, con el objetivo de lanzarla a fines de año, realizar la compra y comenzar a instalarlo a partir de 2009, en un programa de reemplazo paulatino.Esto se debe a que el SIM es uno de los centros de cómputos más sensibles del Estado. En 2007 procesó 1.532.198 declaraciones de importación y exportación, por unos US$ 100.000 millones.

De su eficacia depende el freno al contrabando, a las operaciones de sub y sobrefacturación y el tráfico de drogas, entre otros delitos y maniobras fraudulentas.